lunes, 22 de octubre de 2012

"Carta a un zapatero que compuso mal mis zapatos"

A propósito de la argumentación y de la carta que escribieron haciendo una petición, les sugerimos la lectura de "Carta a un zapatero que compuso mal mis zapatos" de Juan José Arreola (1918-2001). ¿Qué cualidades observan en el estilo en que está escrita?



http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/carta.htm

domingo, 7 de octubre de 2012

miércoles, 26 de septiembre de 2012

No hable: toque, pinte, dance o actúe


¿Qué opinan de este texto de Carolina?




No hable: toque, pinte, dance o actúe
Rosa Carolina González Romero

Soñar implica entrar en un mundo individual, personal y único. Cuando estoy dormida o sueño despierta, tengo en la mente un lienzo en blanco. Soy capaz de pintar con ayuda de la imaginación cuevas oscuras, anchísimos mares, ciudades ruidosas y  todo lo que quiera.
     Alguna vez tuve un sueño que recuerdo bien. No es como los demás que llegan y se van fugazmente al abrir los ojos. Mi utopía es el arte y mi sueño es mi utopía.
     De la oscuridad de mi sueño emergió un escenario iluminado como en el teatro. Lo admiré curiosa y también a la pareja que en él esbozaba movimientos de danza ágiles y graciosos. Intenté hablar y decirles lo fascinada que me sentí al verles bailar, pero de mi boca no salían las palabras…
      Después me encontré en una plaza al aire libre, en donde estaban reunidas muchas personas. De repente apareció en las manos de cada uno de ellos un instrumento musical diferente. Cuando los ahí reunidos tomaron conciencia de que poseían una guitarra, una flauta, una trompeta o un violín comenzaron a tocar melodías improvisadas. Pero la belleza de los acordes y arpegios era tal que la piel de mis brazos se enchinó tanto o más que cuando hace un frío despiadado y se lleva puesto sólo un suéter delgado.
     De nuevo intenté expresar lo que sentí al escuchar a la improvisada orquesta, pero de mi boca no emanaba siquiera un sonido ahogado.
     No sé cómo llegué a la orilla de la playa y me volví sensible a todo lo que estaba a mi alrededor: los sonidos, la textura de la arena y el olor a sal. Estaba leyendo y las páginas del texto me habían transportado vívidamente a donde menos pensaba.
     Entonces no quise hablar. Entendí que ya no estaba en un mundo regido por las palabras,
sino que ahí todo lo que se quisiera comunicar se hacía por medio de la expresión humana, la artística. No hacía falta nada más.
     El cuerpo es el instrumento del artista. Su voz estremece, sus manos crean, sus pies flotan y, como resultado, su obra final transmite. Ya sé por qué no necesité de las palabras, porque en mi utopía el lenguaje se resume en la esencia del humano: el arte.
     Al fin y al cabo, es nada más un sueño.